Han pasado más de 8 años desde que un temporal destruyó el arco de la Horadada el 19 de Enero de 2005, un hecho que consternó a gran mayoría de los santanderinos al ser considerado uno de los símbolos de la ciudad y que en seguida provocó la reacción del Ayuntamiento que, ante la petición popular, puso en marcha un proyecto de reconstrucción, pero tuvo que ser desestimado debido a que su precio, 300.000 €, fue considerado excesivo y no se garantizaba la fiabilidad de la estructura. Ahora la imagen que tenemos del islote y su arco no se corresponde con su nombre, pero todavía lo seguimos llamando así.
El islote, situado en la Bahía de Santander, frente a la Playa de los Biquinis, es un peñasco que contiene un pequeño faro, todavía en uso, y al que se puede acceder nadando y, con mareas muy bajas, a pie y que tiene unas escaleras artificiales que permiten subir a él, pero cuya principal característica estribaba en un arco de medio punto de piedra que permitía que una embarcación pequeña pudiese atravesar el islote perfectamente ya que éste estaba, y por esa razón tenía ese nombre, horadado.
Yo me acuerdo cuando era pequeño quedar asombrado por su peculiar forma y preguntar a mis padres cuál era la razón de ser así. La explicación racional y científica consiste en que a lo largo del tiempo la fuerza del mar y el continuo golpear del oleaje sobre la isla fue provocando el desgaste de la roca hasta conseguir formar el arco que antaño presentaba, razón por la cual terminó siendo derruido, pero existe otra explicación, una Leyenda que lleva siendo contada generación tras generación, y que todos nuestros padres nos transmitieron. Permítanme contarles la Leyenda de La Horadada, que mezcla historia y religión y que además está estrechamente ligada a Santander y sus orígenes.
Todo comenzó a finales del Siglo III. La Península Ibérica estaba integrada en el Imperio Romano cuyo antiguo esplendor estaba muy desgastado y a punto de quebrarse, así que en el año 284, Diocleciano (244-311), siendo Comandante de Caballería del Emperador Caro, y tras la muerte de éste y la de su hijo en la guerra con los Persas, con la ayuda del ejército, fue proclamado Emperador tras vencer a Carino, el otro hijo de Caro.
Una vez en el poder se propuso reinstaurar la antigua gloria de Roma y su Imperio dividiéndolo en cuatro partes administrativas comandadas por él y tres co emperadores, aumentando el ejército y subiendo impuestos para recaudar más dinero con el que sufragar los cada vez mayores gastos en soldados, campañas militares y obras públicas. Además era una persona extremadamente religiosa cuyo culto a los Dioses clásicos chocaba directamente con la cada vez mayor influencia de las nuevas religiones que coexistían en el Imperio, sobre todo con el Cristianismo, al que tachaban de sociedad secreta por realizar sus celebraciones en lugares cerrados y no admitir a los Dioses romanos, hasta el punto que comenzó a verles como una amenaza y decidió acabar con el periodo anterior de paz existente y luchar contra ellos.
La primera fase comenzó en el estamento que consideraba más peligroso para sus intereses, el ejército. El número de cristianos era cada vez mayor, aunque muchos de ellos se escondían, así que mandó realizar a todos los soldados de sus ejércitos sacrificios a los Dioses, algo que estaba prohibido por la religión cristiana, y condenó a muerte a todos los que se negaron o admitieron públicamente su condición de cristianos.
Emeterio y Celedonio eran dos hermanos que servían en la Legión VII Gémina, con base en la actual León y que a lo largo de los años, y gracias a su valor en el campo de batalla, se granjearon respeto y honores, siendo honrados con la condecoración romana de origen galo llamada Torques y que se entrega por los méritos al valor, al arrojo guerrero y disciplina marcial, pero tuvieron un grave problema: eran Cristianos y en el año 298 fueron obligados a realizar un sacrificio a los Dioses romanos. Ellos se negaron admitiendo su condición de Cristianos y fueron llevados a la ciudad de Calagurris, actual Calahorra, donde pasaron varias semanas encerrados soportando diversas torturas para obligarles a elegir entre renunciar a su fe o a su carrera militar, pero se negaron a renunciar a los dos cosas, así que al final fueron condenados a muerte por degollamiento el 3 de Marzo del 298, el último dato histórico fiable que conocemos sobre ellos, ya que Diocleciano mandó destruir todas las actas en el 303 y sólo se cuenta con el relato de un poeta llamado Aurelio Prudencio, que nació en Calahorra en el 348, y que recogió los hechos, en su obra llamada Peristéphanon o Libro de las Coronas, tal y como se los contaron sus padres.
Bibliografía y Fotografía
- Wikipedia
- Imagen del islote derruido de: eltrasterodepalacio.wordpress.com
- Foto de la Peña Horadada de: portal.ayto-santander.es
- Enciclopedia Espasa
- Fotografías de Centro de Documentación de imagen de Santander, colección particular